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  • Foto del escritorGuadalupe Lozano

El problema del mal y Esperando a Godot

Esperando a Godot es una obra de teatro de Samuel Beckett escrita a finales de los años 40. Fue publicada en 1952 por Éditions de Minuit. La primera edición se escribió en francés y posteriormente se hizo la traducción al inglés por el mismo autor. Fue publicada en 1955.


La obra de teatro se divide en dos actos. La trama trata de dos vagabundos, Vladimir y Estragón (también llamados Didi y Gogo), que llegan a cierto lugar junto a un árbol para esperar la llegada de un tal Godot. Durante la espera hacen varias alusiones sobre su circunstancia y sobre los motivos por los que deciden esperar a Godot. Pero nunca se llega a saber quién es o por qué tiene tanta importancia esperarlo. El segundo acto sigue el mismo patrón que el primero.

Esta obra fue escrita a finales de la Segundo Guerra Mundial. Tras tan atroz hecho histórico, el hombre occidental fue viendo cómo el progreso se traducía en una serie de descubrimientos, que en el fondo, solo conducían a la muerte, el horror y la deshumanización. La literatura siempre ha sido porta voz de estos hechos, hace eco; pues es testigo de ellos. Con este trasfondo, la literatura se fue llenando de voces que plasman este caos. Y también trataba de abrir un especie de camino para intentar llevar al hombre a recuperar la dignidad universal que había perdido en la guerra. Lamentablemente, el mundo ha llegado a superar los límites de horror y muchos autores narran gritos angustiosos como forma de reaccionar ante él, ante el mal.

Esta trama representa la carencia del sentido de la vida humana (tema que recurre a la Teología del Proceso: Dios renuncia a su ominipotencia. Tiene un poder pero decide no usarlo). Es una representación de un Dios misteriosamente ausente. En la obra de Becket lo que podemos ver es la situación en la que se encuentra el ser humano como resultado al problema del mal en el mundo. Vladimir y Estragón representan al humano rebajado, a la perdida de la dignidad y el sentido de la vida. Y conforme van surgiendo los diálogos nos damos cuenta de que cuentan con una vacío interior y una esperanza que albergan, pero sin en realidad ser conscientes de cuál es su fin.


I. El diálogo como reflejo de la ausencia de Dios. Uno de los temas claves en al obra es la palabra, el diálogo. A medida que se va desarrollando el diálogo, se descubre una forma peculiar de hablar. Sin contenido, con contantes reiteraciones y prolongados silencios. Al analizarlo detalladamente se puede notar cómo al hombre, ante el horror, la muerte, la guerra, le resulta imposible mantener un diálogo. Le es vana la palabra y por eso habla de una forma disímil. Pero no podemos entenderlo si no hacemos referencia a algunas cuestiones, como las implicaciones del Inmanentismo filosófico. En Esperando a Godot, con respecto a este tema, el autor demuestra cómo le parece trágicamente deseable el mundo sin Dios. Por tanto, él (o los mismos personajes) no niega que Dios exista, pero sí lo desea. El Inmanentismo sostiene que no hay ninguna realidad que trascienda lo que se conoce. Ahora bien, si analizamos esta tendencia dentro del contexto histórico en el que está situada la obra y la forma en la que se manifiestan los personajes en el diálogo, podríamos hacernos grandes cuestiones: ¿cómo sería el mundo sin el apoyo de una potencia metafísica? Solo queda afirmar la soledad y fragilidad del hombre. ¿Cuál es el papel del hombre en el mundo? ¿Cómo puede conceder con solo sus fuerzas, limitaciones, debilidades, etc.? En esta obra se piensa en la nada, no se sabe qué sentido tienen ahora las cosas, si es que habrá cambios. Todo lo que sea diálogo, conversación, será vano, porque el hombre está solo.

Cuestión: ¿Qué hará entonces al hombre, errático, sin rumbo, perdido, en soledad, sin referencias filosóficas estables, con palabras vacías de contenido, cuando compañeros sin ningún tipo de lazos deberán permanecer unidos por su simple presencia (pues están presentes en el mismo espacio y tiempo), por la simple necesidad de permanecer? La independencia divina los conduce a la autodestrucción. En el desarrollo de la obra podemos ver cómo la ausencia de un ser trascendente hace que el ser humano pierda el rumbo. Su relación con el otro también pierde sentido, pues el deseo de la felicidad es ahora una “estafa” y eso lleva a una modificación de la alteridad. El vivir sin sentido lleva a que el ser humano se sienta engañado buscando lo que ama, por consiguiente siente un total vacío interior y la independencia divina hace imposible el trato con el otro. Pues ya no hay enriquecimiento recíproco.

II. Emergencia del absurdo. En la obra de Becket se manifiesta lo absurdo en los diálogos y en la forma de actuar del hombre. Es una aparición constante porque se ha llegado al punto en el que la vida pierde el rumbo ¿Qué sentido tiene la existencia cuando cualquier proyecto vital es negado? Ya sea por circunstancias históricas o desesperación. ¿Cuando no hay nada más allá, trascendente, que me de motivos?

El absurdo se manifiesta en varios aspectos dentro de la obra:


-En la vida cotidiana. Emerge desde el primer momento. Los personajes llevan a cabo acciones que reflejan una total incoherencia. Cuando se quitan los zapatos, al quitarse y ponerse el sobrero, en el trato con el otro, en gestos, expresiones, etc. Su “versión” de vida cotidiana carece de sentido. Al no encontrar razón para hacer las cosas el ser humano cae en lo absurdo. Los personajes, seres insignificantes, no tienen unidad (ni con ellos mismos, ni con el mundo que los rodea), están rotos.

-Percepción del mundo. Los personajes muestran hartazgo y cansancio de vivir. Y esto ocurre cuando no se encuentra sentido o no hay un rumbo estable y duradero. No ven posible ningún tipo de plan a futuro y nunca les pasa por la mente la idea de la trascendencia. El mundo en sí mismo se manifiesta al experimentar lo que Freud llamaba la “inquietante extrañeza.” El mundo es extraño para nosotros. Es un espacio desconocido en el que nosotros avanzamos y evolucionamos. Esta forma de comprender el mundo también los lleva a buscar cómo matar el tiempo y atiborrar los silencios. Pero al no haber un punto de referencia no saben qué hacer. Su vida cotidiana es el espejo de esta percepción deformada de la realidad.

-Inconsciencia del tiempo y la finitud. El paso del tiempo y la muerte son temas que están omnipresentes en la obra, son evidentes para el lector. Pero los personajes no se muestran turbados ante ellos. Pasan los días y progresan como si el sentido del tiempo no existiera. Como si no hubiera un ciclo temporal, aunque ciertamente está presentes en la realidad. Esta perdida del sentido temporal hace que el hombre pierda interés o inquietud por llevar acabo proyectos a futuro. Como dice Fernando Sellés en su libro, Antropología de la Intimidad: “Con la pérdida del sentido personal aparece la pérdida del valor del futuro, del proyecto, lo cual se manifiesta en el intento del hombre por comprenderse según el pasado y prolongar sin cambios su situación presente”. (Sellés, 2013)

Y la finitud tampoco les impacienta. Como ya había mencionado anteriormente, la independencia divina conduce a los protagonistas a la autodestrucción. Ellos saben que la llegada de Godot significa un final y esto los convierte en seres para la muerte. El final del aguardo se puede interpretar como el final de la vida. Su vida solo los conduce al final. Además, en caso de que ese Final nunca llegue, tienen previsto quitarse la vida. Lo único que le da sentido a su existencia y motivo a su estadía ahí es la espera de Godot. Sin embargo esto implica dos contrariedades: primero que la razón misma que les da algún tipo de esperanza es incognoscible e inaccesible, por lo tanto es un espera vacía de realidad. Y por otro lado está el constante reflejo de un Dios cruel e indiferente a sus criaturas. En la obra vemos al ser humano con una existencia exhaustiva y sin ayuda de algún ser trascendente. Es este vacío lo que lleva a los personajes que autodestruirse. A no encontrar más solución a tan denigrante y absurda existencia, que la muerte.


Ante la situación del absurdo caben dos posibilidades. Que el hombre es un ser en proyecto. Un relato de formación, de evolución apartada de la trascendencia (postura que refleja un total Progresismo Filosófico en el que se lleva acabo la Kenosis de Dios y el Consecuencialismo convierte el mal en una realidad necesaria e inevitable). O bien, el hombre es un ser para la muerte: no hay una proyección existencial. Aquí los personajes se convierten en simulacros de representación, es decir son como una “presencia-ausencia”. En la obra vemos que los personajes tienen una enfermedad mortal, son viejos, están en potencia (muestra de que son sujetos), pero están encerrados en su propia imposibilidad de ser. Son inmanentes y no cuentan con un individualismo o esencia que los separe del mundo y del terror que los rodea. La imposibilidad del ser es la que se muestra más evidente en el libro.

III. Personajes.

3.1 El personaje como individuo en sí. Habitualmente se identifica a los personajes por los rasgos que se describen. En esta obra, el personaje no está definido como individuo, no cuenta con una identidad ni cualidades propias. Solo conocemos que hay cierto lazo que lo une a su compinche. Pero tampoco se deja claro la relación que hay entre ellos. No hay información susceptible sobre los personajes. Solo hay información fragmentaria, datos sueltos. No conocemos su estado emocional, económico, social, ni sus cualidades. No hay nada que los define como personajes. Son irreconocibles, inmanentes. Como si (afirma el Optimismo Filosófico) formaran parte del todo.

3.2 ¿Qué son estos personajes? Detrás de todo, el autor pretende mostrarnos a los personajes como una representación de carga existencial. Una carga de vacío. Una vacante interior que desemboca en un sinsentido y perdida de la voluntad y el deseo de vivir. El autor, más que dar a conocer las características de los personajes o a los personajes en sí, le da primacía al rol que cada uno representa, es decir, a lo que logra transmitir su papel. Sin embargo, eso que transmiten no es nada más que el reflejo del declive antropológico y humanista del ser humano de la época. El mal que llevan consigo convierte su yo en un espejo de su propio sentido o sinsentido personal.

3.3 Búsqueda de un rol. A medida que avanza el texto vamos descubriendo la búsqueda de un rol. Los personajes son voces que no comunican y que solo existen en el espacio escénico y en un diálogo. Se definen por su relación con el otro. Pero en sí no hay contenido en las conversaciones y su relación con el entorno no los lleva a ningún lado, más que a Godot. Todas las pautas nos conducen a Godot. Cuando parece que algo finalmente se va a concluir, nos encontramos con la espera nuevamente. Este circulo no cesa. Los personajes están sumergidos en una total monotonía, y al no tener un punto de referencia que les indique qué deben hacer, qué camino tomar, o a qué fin encaminarse, no logran encontrar el papel que tiene en el mundo. La idea de tener un rol en la vida les parece casi igual de remota que la idea de la existencia de algo más allá de lo que conocen, que sea bueno. De la trascendencia. Y la relación que tienen con el entorno y con el resto de los hombres tampoco sirve para llegar a descubrir su rol. Como ya había mencionado, la alteridad ha sido modificada y ya no existe ningún enriquecimiento recíproco.

También se representa la imagen de la condición humana y el misterio del hombre. Su destino es encontrarse con Godot. Vladimir y Estragón no saben quién es, tampoco saben qué es lo que va a pasar cuando lo encuentren. Y tampoco tienen un motivo para esperar, solo lo hacen. Pero a pesar de la situación en la que esté sumergido el ser humano o la posición que tome frente al problema del mal, nunca va a dejar de tener una condición y destino delimitado, es decir, el ser humano es un sujeto con esencia, tiene algo que lo define del resto del mundo y que le da identidad. El ser humano tiene potencia y tiene un fin ultimo, y estas son características inertes en él. A pesar del contexto en la que se halle, siempre va a estar presente ese deseo o inquietud por descubrir su destino y darle sentido a su condición. En el fondo todo ser humano, por muy desencaminado que esté, va a albergar una esperanza de finalmente encontrarse con el Godot que ha estado esperando toda la vida. Y esto es justo lo que lo diferencia del resto de las criaturas y del resto de la creación. Es por esto que la espera no cesa.

IV. ¿Quién es Godot? La obra comunica la idea de un dios degradado. Indiferente ante la situación del hombre, cruel y déspota. Admite que existe un ser supremo, que existe un dios, pero indiferente al hombre. Se suprime al dios misericordioso y bondadoso. La obra está echa para indirectamente transmitir una representación de un Deus ex machina aplicado a la vida real, a la existencia, pero de forma inversa. Notamos ese factor externo que (aplicado al teatro) resuelve una historia que no sigue una lógica interna. Desde el punto de vista de un guion, el Deus ex machina es un acontecimiento cuya causa viene impuesta por la necesidad de intervención del mismo guion. En esperando a Godot se puede ver esta influencia pero en el sentido contrario. Notamos la falta de lógica en el rol de los personajes, en los diálogos y en las escenas. Pero ese componente externo, ese dios del teatro, no es el factor que le da sentido a la obra, sino que es en realidad el motivo del absurdo. Ya que no se le están dando los atributos indicados para cumplir con su función, o digamos en este caso, su papel.

Por otro lado, si reconocemos que los personajes están esperando a un dios indiferente podemos concluir que en realidad lo que esperan no es al dios en sí, sino a la muerte, el final, que acabe la espera.


Para el ser humano la noción de un dios está siempre presente. Es el centro de su vida, pero que al hacer a un lado la idea correcta de la trascendencia y asumir el concepto erróneo de un ser indiferente, se nubla la inteligencia y se olvida la importancia del fin ultimo de la existencia. Se pierde por completo el sentido de la vida.

V. La espera. Es lo que hace de esta obra un tragedia. La espera no es satisfecha, no se resuelve. Al no resolver esta situación los personajes se impacientan. Están atrapados en el tiempo. Lo único que les queda es esperar y esperar. Hay una acción circular, un cíclico que refleja la monotonía de una vida sin trascendencia. Por eso los actos y los diálogos se repiten. Y siempre está la constante espera de la muerte. Hay una lucha contra la existencia de un futuro y el encaminarte a ese futuro.

- Paradigma: ¿qué esperas? Si Dios no es amor, si es un dios degradado. Si hay trascendencia vacía de sentido. Si se quiere llenar el vacío con fracaso y aburrimiento.

VI. El silencio. Durante toda la obra se puede notar cómo los personajes están “reñidos” con el silencio. Es evidente como huyen del encuentro personal. Pretenden llenar esos espacios con diálogos absurdos y acciones totalmente fuera de contexto. Como si tuvieran turbación por mantenerse en silencio y prefirieran llenar ese vacío de elementos chocantes. Si analizamos detalladamente este aspecto, percibimos que ésto es resultado de un perdida personal. El ser humano, al perder su punto de referencia, se pierde a la par a sí mismo. Pues él solo, consigo, sin una trascendencia que le de esperanza, pierde su esencia. No vale nada. Esta es la condición del hombre en la tierra. Condenado a lo absurdo. Está encerrado en un presente que no controla. Esta es la circunstancia del hombre, no solo después de la Segunda Gran Guerra. Este conflicto entre el ser humano y su forma de rebelarse ante el mal está siempre presente entre nosotros. El hombre es tan frágil e imperfecto que es inmensa la facilidad con la que se puede romper y decaer.

Pero al ser limitados no podemos evitar éste declive. Nunca vamos a tomar las decisiones perfectas, ni vamos a sentirnos plenamente bien con nosotros mismos. Pero no cabe duda de que, al tener presente la existencia de un Dios que lo ha creado todo, que es omnipotente y que es totalmente bueno, podremos darle sentido a las cosas de la vida que parecieran no tenerlo. Pero si nuestro yo se separa del conocer personal y trascendental, no logrará iluminar sus potencias de acuerdo con el propio sentido personal. Se despersonaliza. El ser humano se desvincula de su propio yo. Todo hombre sufre necesariamente, y este sufrimiento es inexcusable para obtener la felicidad. Pero uno no la puede alcanzar solo; por tanto, el dolor es la ayuda que dispone todo ser humano para resonar en su interior que su ser es coexistente y que los es respecto al Amor Infinito que lo ha creado.

Los males nunca cesarán, ya sean naturales, físicos o de acción. No va a haber día en el que no nos enfrentemos a ellos. Pero aceptar el mal no significa comprenderlo. “Como el dolor afecta a la intimidad humana, en el fondo preguntar por el sentido del dolor es preguntar por el sentido de cada persona humana. Pero este sentido es indescifrable sin la ayuda divina. Si el hombre no es para ser solo, la raíz de su coexistencia es divina.” (Sellés, 2013). Y es esto lo que nos debe guiar a abrazar el realismo filosófico, sufrir con esperanza y participar en la misión redentora del Señor. Que es nuestra única forma de salvación.


Las actitudes humanas ante el sufrimiento son insuficientes porque, en última instancia, el enigma del sufrimiento solo puede resolverse si se encuentra su sentido. Aunque el hombre sea incapaz de encontrarlo, para Dios todo es posible.” (Polo, 2009)





Bibliografía: (Sellés, 2013) (Polo, 2009) (Beckett, 2006) Diciembre 2015 Apuntes de cátedra expuestos por Agustín Echavarría, El Problema del mal, Universidad de Navarra. Apuntes de cátedra expuestos por la profesora María del Pilar Saiz, Literatura Universal Contemporánea, Universidad de Navarra. Deus ex machina: figurasliterarias.org

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